Por Pablo Corbillón, delegado episcopal de la Vicaría Pastoral de Educación.

Al momento de renovar el sitio web de la Vicaría Pastoral de Educación, recordábamos una misa por el inicio del Año Jubilar por los 400 años de la creación de la arquidiócesis de Buenos Aires, que celebró el cardenal Mario Aurelio Poli. En ese momento, señaló que uno de los objetivos para este año era hacer memoria agradecida de nuestras raíces, con la intención de renovar las fuerzas que nos permitan salir al encuentro de nuevas realidades humanas que nos toca evangelizar.

Poco tiempo después, una pandemia se esparció por el mundo e hizo que esas palabras cobraran un sentido aún más importante. El contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio en el que estamos viviendo en los últimos meses, pereciera que les ha borrado su color a las cosas. Todo se tiñó de gris con la pandemia.

Cuando las aguas sacuden con fuerza a los botes, podemos reducir el golpe si los amarramos juntos y alineados. No podemos evitar el oleaje, pero sí podemos enfrentar juntos las condiciones que se nos presentan y así reducir el impacto.

Hoy no tenemos certezas sobre cuáles serán las consecuencias que tendrá la pandemia, ni en lo económico, ni en lo educativo, ni en lo personal. Sí sabemos que serán muchas las carencias que hay y que habrá que atender. También sabemos cuáles son los aprendizajes que nos está dejando.

La escuela es el principal mecanismo de inclusión social y la Iglesia se hace presente de diversas maneras desarrollando acciones concretas que contribuyen a la construcción de equidad y justicia educativa. La pandemia nos enseñó nuevas dimensiones de aprendizaje. La dimensión pedagógica se vio plagada de innovación, principalmente debido a que los procesos de enseñanza y de aprendizajes mediados por tecnologías se impusieron por la fuerza.

Si bien ya se venía trabajando con estas herramientas en muchas escuelas, en algunas su incorporación estaba muy poco desarrollada. Sumado a esto, en algunas zonas las cosas se agravaron, porque se evidenciaron las carencias vinculadas al acceso a dispositivos e internet para seguir aprendiendo. Con el apoyo y colaboración de todos estamos logrando dar pasos muy importantes en esta misión de ayudar a las familias más necesitadas a través de nuestra comunidad de escuelas parroquiales.

Otra de las dimensiones que hemos fortalecido en este tiempo es la comunicación con nuestra comunidad. Gracias al esfuerzo de cada una de las personas que hacemos a la Vicaría Pastoral de Educación y que día a día hicieron que el colegio siga cerca de los alumnos y sus familias, pudimos hacer de la virtualidad un instrumento para garantizar un contacto más fluido entre cada uno de nosotros.

Esta pandemia ha hecho más evidente la importancia de trabajar juntos frente a un obstáculo común. Al igual que los botes en el muelle, hemos logrado un mayor equilibro al escucharnos y al diseñar soluciones juntos. Escucharnos nos ayuda a que el regalo de Dios llegue más hondamente hoy, así como también nos permite renovar la esperanza y avivar los colores que la pandemia ha apagado.