Cada escuela tiene una realidad única. No sólo por su contexto, sino por las personas que día a día nos ofrecen su tiempo, compromiso y profesionalismo para que cada uno de nuestros alumnos puedan seguir aprendiendo. En este tiempo tan difícil que nos toca vivir, quisimos recuperar las voces de tres docentes que nos cuentan cómo están trabajando en sus escuelas y también cuáles son los desafíos a los que se enfrentan a diario.

Acompañando a los más chiquitos

Daniela Monterotti, maestra de Nivel Inicial del Instituto Ceferino Namuncurá de Villa Urquiza, nos cuenta que en “el Cefe” trabajan muchos exalumnos. “Nos convertimos en una gran familia que se acompaña”, afirmó.

En los últimos años, la escuela creció mucho. Incorporó otro turno, lo que llevó a que en el nivel primario se dividieran en dos cursos A y B. También se abrieron talleres optativos para los alumnos del turno mañana, pero el espíritu familiar se mantiene. En el Jardín se incorporó la sala de 2 años, a la que hoy asisten unos 20 chicos. También cuenta con salas de tres, cuatro y cinco años, en ambos turnos, a las que asisten un promedio de 25 alumnos.

¿Cómo fue la transición a la virtualidad en la pandemia en el Nivel Inicial? “Fue bastante difícil”, afirmó. “Al principio, nos manejábamos por mail y habíamos acordado días fijos en los cuales mandar actividades a los chicos. Principalmente eran acciones de contención, explicando cómo había que cuidarse y por qué. Fue muy difícil sobre todo con los más chiquitos porque apenas habían arrancado con las adaptaciones antes de que se interrumpieran las clases presenciales. Suponíamos que pronto íbamos a volver, por eso pensábamos en actividades lúdicas que pudieran trabajar con sus familias”, destacó. 

También agregó que, con el pasar de las semanas fueron ampliando la propuesta y abriendo canales de comunicación y a capacitarse en el uso de diferentes herramientas digitales para ofrecer otras alternativas que permitieran sobrellevar este contexto. “Aprendimos a usar un montón de herramientas nuevas para poder seguir mejorando nuestras formas de enseñar y de hacer eso que siempre hacíamos”, comentó.

Uno de los canales fue el Xhendra, una plataforma en la que cada docente tiene su cuenta y planifica sus actividades en función de los contenidos que habían priorizado. Aun así, en los primeros años el uso de videollamadas o herramientas digitales es más difícil, sobre todo porque el vínculo era muy reciente.  

Nos pareció que era esencial llevar actividades que tuvieran en cuenta lo emocional y el acompañamiento a las familias. Es por eso que también profundizamos nuestra capacitación en educación emocional”, subrayó.

Tuvimos que organizarnos mucho entre nosotras para planificar días, actividades, momentos en los que se usaban los servicios de videollamadas, y también para compartir las propuestas que a cada una le resultaron útiles para conectarse con los alumnos y las familias”, agregó.

Sin embargo, el contexto de educación remota en emergencia genera otros escenarios para el desarrollo de las tareas pedagógicas, por ejemplo, el trabajar en nuestras casas mientras tratamos de atender las necesidades de nuestras familias. “Las realidades de las docentes también son complejas; no es lo mismo dar clases en la escuela que en tu casa. Pero lo importante es que todos los días, al menos por un ratito, los chicos pudieran conectarse con los aprendizajes y propuestas que íbamos presentando desde la escuela”, señaló Daniela.

¿Qué aprendizajes le dejó la pandemia? Uno de los aprendizajes tiene que ver con la potencia de trabajar juntas como equipo y de compartir los saberes. Tengo tres años de experiencia, pero comparto mi trabajo con compañeras que llevan más de 20. Otro aprendizaje es lo irremplazable que es una mirada, el poder acompañar a nuestros alumnos en el día a día y ayudarlos a crecer. Todo eso, que es tan difícil de transmitir por la pantalla, también lo estamos logrando en este contexto. Las familias también nos están acompañando y nos hacen llegar su agradecimiento y reconocimiento por todo el esfuerzo que estamos haciendo como docentes”, destacó.

Confiar en la escuela

Erica Signore es Directora de Nivel Primario del Instituto Nuestra Señora del Carmen, ubicado en Ciudad Oculta. Nos comentó que al ser una escuela de creación por el momento tiene una oferta hasta quinto grado, y que es de jornada completa con intensificación en arte.

La escuela se forma por una necesidad puntual que surge en el barrio, debido a la cantidad de niños y niñas que quedaban sin escolaridad. Como Lugano es uno de los distritos escolares que menos vacantes tiene, muchos niños y niñas terminaban accediendo a vacantes en otros barrios más alejados. El desarraigo y el costo económico que tenían las familias para afrontar el traslado generaba altas tasas de abandono”, afirmó.

A partir de esa necesidad, se pensó en un proyecto de escuela enraizado en el barrio. La población que asiste es 100% de Ciudad Oculta y son aquellos niños y niñas que están en una situación de mayor vulnerabilidad social. Es una escuela de cuota cero. También tiene comedor, subvencionado por el Gobierno de la Ciudad.

Pensamos en una escuela con intensificación en arte porque creemos firmemente en que una propuesta más integral puede ayudar a mejorar la vida de los niños y niñas, y también para sus familias”, subrayó Erica.

La realidad de su contexto y su publicación hace que la propuesta de la escuela contemple diferentes esquemas para sostener las trayectorias de los alumnos:

Desde el comienzo trabajamos con el lineamiento de agrupamientos flexibles y aulas heterogéneas. Los grupos son móviles. Eso también nos permite reagruparlos dependiendo de los niveles de apropiación de los contenidos. Antes de la pandemia, lo que hacíamos era, tres veces por semana trabajar en agrupamientos flexibles. Después volvían al grado para seguir interactuando con el resto de sus compañeros. También tenemos maestras de apoyo a la integración, quienes desarrollan proyectos para acompañar a chicos y chicas que requieran algún tipo de seguimiento, ya sea por apropiación de contenidos o por algún tipo de conductas disruptivas. Aquí no sólo se trabajan cuestiones vinculadas a los contenidos, sino también aspectos de educación emocional, entre otros”, explicó.

Esta modalidad de trabajo se sigue sosteniendo en la virtualidad, con todas las complicaciones que conlleva. La idea es continuar acompañando las diferentes trayectorias y brindar apoyo no sólo a los alumnos sino también a las familias.

Nuestra escuela es muy abierta. Recibe a familias que necesitan conversar o compartir otras problemáticas, o a veces resolver gestiones, trámites o consultas vinculadas al bienestar de nuestros alumnos y alumnas. No olvidamos que somos una escuela, pero esta realidad es algo que nos atraviesa”, explicó Érica.

Además, la directora de Nivel Primario considera que todas las escuelas deberían tener una mirada más integral que no esté sólo asociada a lo académico. “Por nuestra ubicación, nuestra escuela está mucho más integrada al territorio que otras y eso permitió que, con la llegada de la pandemia, pudiéramos afrontar rápidamente el desafío de seguir en contacto con las familias y acompañarlos en este período sin clases presenciales”, detalló.

Por otra parte -agregó-, al ser una escuela de creación tenemos ingresos de docentes todo el tiempo. En esas entrevistas presentamos las características de nuestra escuela y de su población, y ponemos la mirada en que no sólo sean docentes altamente capacitados, sino que además decidan trabajar en un contexto en el que siempre hay que aportar un poco más. El plantel docente de la escuela está muy comprometido, incluso en pandemia han mostrado comprender la realidad de los chicos y chicas y sus familias, ya sea diseñando actividades acordes y pertinentes, o conteniéndolos y escuchándolos”.

Por último, remarcó que la escuela siempre tuvo y tendrá las puertas abiertas a su comunidad. “Las familias confían mucho en la escuela como institución. El lugar en el que viven no los tiene que condicionar, y es por eso que desde la escuela los acompañamos para mostrarles que todos y todas podemos decidir  sobre nuestra propia realidad, y muchas veces modificarla”.

El desafío de formar en un nuevo escenario cultural

También conversamos con Alejandra Bustos, quien después de haber trabajado en escuelas confesionales de Córdoba, San Luis y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, desde el 2007 centró su actividad docente en el Colegio del Salvador. Hoy se desempeña como profesora de Lengua y Literatura de 1ero, 2do y 4to año y también como coordinadora del Departamento de Lengua en el Nivel Secundario.

En su tarea diaria nota cómo fueron cambiando las formas de consumo, de interacción e identificación entre los adolescentes. En este proceso de transformación constante, para ella el desafío de la Iglesia y de la educación católica sigue siendo siempre el mismo: evangelizar.

Para lograrlo hay que contextualizar, darse el tiempo para conocer al otro y comprenderlo también culturalmente. Sin empatía y sin comprensión profunda, es difícil comunicarse de manera auténtica. Si llevamos esta idea al presente, los educadores cristianos tenemos el desafío de conocer a nuestra comunidad, a nuestros jóvenes y niños y escucharlos sinceramente, sin prejuicios. No me parece que haya que cambiar el mensaje, porque el mensaje del Evangelio es uno, pero hay muchas maneras de llegar al otro y para eso hay que explorar nuevos formatos”, reflexionó

Sumado a las nuevas realidades de los adolescentes, los colegios católicos reciben a cada vez más familias cuya vínculo con los valores o la práctica religiosa no es tan cercana. Por esa razón, Alejandra señala que es fundamental que las instituciones y los docentes tengan una mirada más ecuménica y puedan ver a las personas más allá del rótulo de una religión determinada.

Debemos tener una mirada abierta y comprensiva del propio Evangelio. En las escuelas formamos personas, integralmente, para que amen a sus hermanos, para que sean responsables y comprometidos, para que cuiden el medioambiente y que se sientan protagonistas de una comunidad global; para que formen parte de una comunidad, más allá de la religión que compartan. No se trata sólo de ofrecer educación de calidad académica con contenidos de religión, sino de formar personas íntegras intelectual, moral y espiritualmente”, agregó.

En un aula hay una enorme diversidad de situaciones, contextos, necesidades. Por esa razón, Alejandra nos cuenta que en el Colegio del Salvador trabajan en equipo. “Es fundamental la comunicación entre los docentes, el equipo de psicopedagogas y los tutores de los cursos; juntos buscamos las formas más adecuadas para acompañar mejor a nuestros alumnos”.

Para ello, señaló, “lo primero es querer a los chicos, querer a cada uno”. “Una vez que uno conecta afectivamente con ellos, es posible entender muchas cosas que permiten movilizar diferentes estrategias. Otra cuestión clave es la buena y permanente comunicación con las familias”.

¿Cómo se organizaron para hacer frente a la pandemia?

Está todo en proceso. Es muy difícil porque nada suple a la relación personal del docente con los chicos en el aula. Muchos fantaseábamos con un futuro en el que la escuela fuera  toda tecnológica, pero esta experiencia nos vino a demostrar que nada reemplaza este vínculo entre personas”, afirmó.

El Colegio se pudo organizar rápidamente para comenzar a ofrecer clases en formato virtual, sumado a una plataforma  en la que docentes y alumnos trabajan. Los tutores están en contacto permanente con las familias, tienen encuentros personales con cada uno de los chicos, y tratan de emular lo que se hacía habitualmente. “Los docentes nos quedamos rengos por todos lados: no se puede estar mirándolos a todos desde el Zoom, no se puede percibir sus reacciones. Aun así, los chicos siguen aprendiendo y nosotros, acompañándolos en el proceso”.

De cara al año que viene, Alejandra remarcó que cada docente va a tener que ser muy comprensivo de lo que se pudo lograr durante el contexto de pandemia. “Habrá que realizar un buen diagnóstico y luego una nivelación para continuar el proceso de aprendizaje”, concluyó.