En el marco de los encuentros organizados por Faera y Vicaría de Educación, equipos directivos, apoderados y representantes legales de nuestras escuelas compartieron un nuevo espacio de reflexión para “Hacer de la escucha nuestra propia voz” junto al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva.
El encuentro que se realizó en el Instituto San José de Calasanz, ubicado en la intersección de Av. La Plata y Av. Directorio, comenzó con la presentación de Mons. Ernesto Giobando que se encuentra a cargo de la Vicaría de Educación, el director ejecutivo de Faera, Cdor. Enrique García, la Lic. Mariana Fuentes y el Prof. David Solari quienes recordaron los puntos centrales que se vienen abordando de manera conjunta: recuperar el carisma de las escuelas, cuidar a los que cuidan, convocar a las familias y pensar lo mejor para nuestros alumnos.
El Padre Arturo Bas, citando al Padre Söding, invitó a los presentes a no tener miedo y “poner la mesa para la fiesta de la educación”, haciendo vivo el Pacto Educativo impulsado por el Papa Francisco.
A continuación, y con visible emoción, Mons. García Cuerva dirigió palabras de agradecimiento a los responsables de gestionar las escuelas resaltando esos “sí sin reconocimiento”, que tantas veces pasan desapercibidos en el mundo de la educación.
Luego se refirió al Evangelio de san Mateo 19, 16-22, y preguntó a los asistentes “¿qué nos queda por hacer? Lo peor que puedo pensar es que lo hice todo; siempre hay algo más por hacer” y los animó a pensar juntos una educación de calidad.
El arzobispo señaló que nuestra diócesis es parte de una cultura con la cual debe estar en permanente diálogo para no olvidar la misión que los educadores tenemos desde nuestras propias pobrezas, misión a la que estamos llamados en ese encuentro personal con Cristo. Haciendo alusión a la realidad económica que atraviesa el país y de la cual las escuelas no permanecen ajenas, sostuvo que debemos evitar que lo económico vaya “quebrando a la gente y la desgaste; debemos contagiar el entusiasmo y la pasión por la vida; conocer a los pibes y acercarlos a Jesús para que se enamoren de Él; es la persona la que enamora, no la doctrina”. Invitó a los sacerdotes de las escuelas parroquiales a ser directores pastorales, animadores, verdaderos pastores.
Con su contundente afirmación de “salir a anunciar sin asco, sin miedo y sin demora el Evangelio” para concretar el magisterio de Francisco, remarcó la necesidad de pensar en una escuela para todos donde “la alegría de la fe comience a despertarse sin excusas ni reclamos, ni condiciones. Jesús renueva nuestra vida con signos elocuentes, su propuesta nunca envejece”.
La acción evangelizadora de la escuela debe impulsar los sueños, mantener la esperanza y pensar utopías para hacer viva la alegría de Jesús, fueron algunos de sus conceptos. Una escuela de calidad en la cual el clima de buena onda permita recuperar los sueños de Evangelii Gaudium. “No se dejen robar la alegría; no tengan miedo a soñar grande, sin vuelos rastreros. Nos sigue movilizando la causa del Evangelio”.
Pasión, entusiasmo y alegría, tres palabras que estuvieron presentes durante todo el encuentro y a través de las que invitó a todos a “levantar juntos estas consignas y cargar combustible para desarrollar una pastoral de líneas; con un perfume que nos invada a todos; que todos los docentes de nuestras escuelas lleven esa identidad que se les nota en la cara.”
En una ronda de intercambio con los asistentes, uno de ellos expresó que “necesitamos un líder, un pastor que nos guíe”. Monseñor Jorge Ignacio tomó el guante invitando a cada uno a pensar en la misión a la que estamos llamados, “pidiendo al Espíritu Santo el fruto de la alegría; buscándola en el encuentro, en la Palabra y en la oración para salir al desierto”.
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