El aislamiento social preventivo y obligatorio en la Argentina dejó al descubierto las grandes problemáticas que existían entorno a la educación en el país.

La disparidad de la conectividad digital en los hogares se hizo aún más visible con la pandemia. Un programa desarrollado en suelo porteño asiste a 6151 niños, niñas y adolescentes, en zonas vulnerables de la Ciudad, para que no pierdan la escolaridad.

La desigualdad en el acceso a la educación se ha vuelto más evidente durante la pandemia. La falta de acceso a la internet posterga, una vez más, el acceso a un mejor aprendizaje por parte de miles de menores en el país.

Un estudio reciente a cargo de la Unesco señaló que en el país 1 de cada 5 estudiantes de primaria no tiene Internet en su casa, es decir un 19,5% de los alumnos del nivel primario del país no cuenta con la posibilidad de estudiar desde su hogar. Una similar situación sucede con el nivel secundario que llega a un 15,9% los alumnos que no tienen acceso y conectividad en sus hogares. Por otra parte, según datos suministrados por el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) de Argentina, cerca del 40% de los hogares argentinos no cuentan con acceso a internet fijo.

En la Ciudad de Buenos Aires, la falta de acceso a la conectividad impactó principalmente en las zonas más vulnerables. Para contrarrestar esta situación, desde del inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio, la Iglesia, el Tercer Sector, el ámbito Universitario, los Profesorados y los Gobiernos Nacional y de la Ciudad, trabajan intensamente en el desarrollo y concreción de un programa de cooperación multisectorial con el objetivo de garantizar la continuidad escolar de 6151 niños, niñas y adolescentes, en varias zonas de la Ciudad de Buenos Aires.

La mayoría de estos alumnos pertenecen a la Villa 1-11-14, Villa 21-24, Villa 15, Villa Lugano, Soldati, Cildañez, bajo Flores y Villa Fraga, y concurrían a la red de 12 escuelas católicas que asisten a la población de la Vicaría de la Villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires. Son escuelas que cuenta con 100 por ciento de aporte para los sueldos docentes, 6 de ellas de cuota cero, lo que representa una población de 2.886 estudiantes del nivel secundario y 3.265 alumnos del nivel primario.

Para conocer más sobre el trabajo que vienen realizando en estas escuelas católicas en las Villas de emergencia porteñas, La Prensa habló con Luciana Alonso, Coordinadora de programas multisectoriales por las Vicarías de Educación y de Villas, que busca soluciones concretas para garantizar oportunidades educativas a estudiantes que encuentran en situaciones de vulnerabilidad, desde un enfoque de equidad.

¿Por qué es necesario reducir la brecha digital y ayudar a la inclusión social?
Porque hay parte de la población que no está accediendo al derecho de la educación. Esto tiene que ver con las desigualdades, que ya existían previamente, pero que en un contexto de pandemia quedan más en evidencia y, desde ahí, hay un compromiso que nos convoca a todos. Somos una respuesta social que, por supuesto, interpela al Estado a poder garantizar el acceso a la educación, pero también nos invita a los distintos sectores a contribuir a un panorama que es complejo y estamos en medio de una pandemia. Esto no tiene antecedente y es necesario que todos hagamos algo distinto.

¿La pandemia visualizó aún más la diferencia en la inclusión social de estos chicos?
Si, y en este aspecto la conexión es lo que hace posible también mayor posibilidad de continuación pedagógica. Hay otros recursos como la distribución de materiales impresos, pero no es la misma experiencia de escuela quienes tienen conectividad con dispositivos, y puede interactuar con su maestra, y de los que están con un cuadernillo.

Se sigue hablando de la vuelta a clases, ¿percibe que hasta que salga la vacuna sería mejor seguir con la educación digital antes que volver a las aulas?

Creo que el problema es multidimensional con lo cual no hay una sola respuesta. Creo que tiene que haber muchas alternativas y que cada escuela pueda elegir, a partir de su contexto; de la comunidad de padres a los que asiste; de la infraestructura; y las condiciones sanitarias y de seguridad e higiene que pueda garantizar cuál será la mejor manera para dar continuidad educativa. No hay para todos algo por igual. Cada escuela podrá decidir qué les parece mejor. Algunas optaran, quizás, por un regreso; otras sólo por sostener la virtualidad; y otras por sostener algún grado de presencialidad y eso no puede ser disociado de la palabra de los padres. Hay que escuchar a las familias. A mí me parece que hay experiencias que se están dando en las provincias, lo mismo que un país cercano como Uruguay, que hablan de una escuela que puede, con cierto grado de autonomía, tomar decisiones y ver cuál es la mejor alternativa que tiene. Creo que ahí tiene que haber una diversidad de respuestas.

¿Cómo surgió este trabajo mancomunado que unió a tantos sectores distintos?
El programa de cooperación nació con el propósito de reducir la brecha digital y dar igualdad de oportunidades educativas en busca de la equidad. Esto ya venía desarrollándose antes de la pandemia. El programa empieza de la mano de Profuturo, que es un programa global que lidera la Fundación Telefónica Movistar, y con la Fundación la Caixa. Surgió como una propuesta a nivel nacional, pero el piloto lo implementamos en la Ciudad de Buenos Aires en las escuelas de las villas de emergencia. La iniciativa prevé una dotación de equipamiento y el acompañamiento técnico y pedagógico a los docentes para la implementación del equipamiento y las distintas secuencias didácticas de inclusión digital.

Pero en el contexto de la pandemia hubo un pedido de Monseñor Carrara para que se pudiera dar también respuestas a las escuelas secundarias, porque el programa solo abarcaba a las primarias. Entonces ahí empezamos un trabajo más sistemático con los equipos directivos de las dos escuelas, primaria y secundaria, y entonces hicimos un primer relevamiento y diagnóstico de los primeros problemas que afrontaban las instituciones.

Lo que pudimos detectar, por un lado, es la falta de acceso por falta de conectividad y la ausencia de dispositivos en esta población, son familias que tienen un solo celular para todos. Eso fue el primer problema, el más importante y difícil de dar respuesta. Después aparecían algunos respecto al acompañamiento a los docentes, a la trayectoria de enseñanza. Son como distintas problemáticas y fuimos comprometiéndonos con distintos sectores para dar respuesta. Ahí es cuando a través del Ministerio de Educación la Ciudad de Buenos Aires pudimos incluir a estas escuelas para que accedan al Plan Sarmiento y aplicar a una computadora.

¿Y el segundo problema?
Tiene que ver con el secundario debido a que perdían alumnos porque la crisis económica les impactó y necesitaban tener un ingreso. Con el Ministerio de Educación Nacional pudimos acceder a que estas escuelas puedan aplicar a las becas Progresar que está destinada para mayores de 18 años. En los barrios populares y en estas escuelas más de un 20 por ciento tienen más de esa edad y aún no han terminado la escuela secundaria. Entonces, es una beca de incentivo para que sigan estudiando y no la tengan que dejar para salir a trabajar.

El incremento del porcentaje de la pobreza infantil en los últimos años, ¿cómo impacta en la deserción escolar? ¿cómo se articula con las más grandes para evitar que abandonen sus estudios?
En términos de inclusión social estas escuelas parroquiales, que son de la Iglesia, tienen una fuerte presencia en los barrios populares. Entonces ahí se ofrecen proyectos educativos para que los chicos no solamente vayan a la escuela para aprender, sino que estén en un plan comunitario que acompañe desde lo social una perspectiva más amplia. Tiene un modelo que se llama de las 3 C: Colegio, Capilla y Club. Entonces las familias y estudiantes se acercan tanto de los jardines, maternales, primaria y secundaria. No es una escuela que acoge a la comunidad de la parroquia, la asistencia alimentaria, sino que trabaja para determinadas propuestas de inserción laboral, tienen programas que asisten a problemas de adicciones y el club tiene una potencia increíble. Se llama Club Atlético Madres del Pueblo, que es una de las escuelas más importantes de la villa 1-11-14. Tienen al Club San Lorenzo en frente y, sin embargo, cuenta con más de 3 mil socios inscriptos. Los chicos ven a la escuela como un espacio social que, más allá de las clases, es una comunicad de pertenencia. Desde ahí es que se promueven el desarrollo de la educación y, también, de los proyectos vitales y de la inserción laboral de su comunidad que ayuda a proyectarse.

Con esta falta de acceso a internet por parte de los alumnos, ¿cómo han ido articulando las metodológicas de dar las clases presenciales a impartirlas de forma digital?
Hay un trabajo pedagógico fuerte, casi diría de configuración didáctica, que los docentes están adaptando. Al principio con menos desarrollo de las competencias digitales, hay docentes que las tenían más desarrolladas, y pueden pensar una clase que exigen otros saberes y otras competencias de enseñanzas. Desde ahí nosotros, a través del programa Profuturo, acompañamos al asesoramiento pedagógico para armar una genuina inclusión digital en la enseñanza, no que solamente usen una computadora, sino que cómo la usan para aprender. Y, por otro lado, con la Universidad Católica Argentina y con 4 profesorados estamos acompañando a los estudiantes en las trayectorias con un apoyo escolar y con una tutoría. Los chicos también pueden desarrollar actividades con entornos virtuales que hasta ahora eran a través de WhatsApp. Entonces, se acompaña la enseñanza con apoyo del tercer sector y se acompaña el aprendizaje con el apoyo de la universidad y cuatro profesorados.

Tener computadoras sería un gran paso para seguir las clases, pero ¿se evalúa enseñarles otras cosas para reducir la brecha digital?
Sí, creo que en algún momento se extenderá a los contenidos asociados a programación, robótica y todo lo que implica el paradigma de acceso a las nuevas tecnologías, que es el mundo que les toca. Los chicos tienen que desarrollar una ciudadanía digital y creo que sí, llego para quedarse y seguir desarrollándose. Por supuesto, este tipo de aprendizaje tiene acceso a otra parte de la población y también debería llegar a esta.

Hablaba sobre la deserción escolar, más allá de la brecha digital, ¿cómo impactó la cuarentena en la deserción escolar?
Hay un gran esfuerzo de los docentes y directivos para sostener, de algún modo, el contacto con los estudiantes y que no suelten a la escuela. En realidad, no hay gente que haya abandonado totalmente su educación porque todavía guardamos la esperanza en el ciclo lectivo de decir “van a volver”. Sí, lo que somos consciente es que vamos a tener que recuperar un montón de aprendizaje que ha estado dividido en el contexto de pandemia porque la continuidad ha sido fragmentada de muchos estudiantes. Hay un trabajo de recuperar aprendizaje y dar más tiempo por todo lo que no se ha podido construir en este tiempo de discontinuidad.

¿Percibe que implementar metodologías más lúdicas podría incrementar la atención de estos estudiantes?
Creo que los docentes son capaces de crear propuestas convocantes y ayudarlos aprender a través de problemas relevantes de la realidad e integrando tecnologías. Creo que sí, los docentes que trabajan en contexto vulnerable tienen un plus de compromiso en la educación porque la adversidad es grande. Están convencidos que la educación le va a dar a ellos la posibilidad de proyectar inclusión e integración social. En las villas hay un trabajo de integración y esto significa también que se reconozcan los rasgos culturales propios que se dan en las villas, que muchas veces son características populares latinoamericanas. En ese proceso de integración cultural todos podemos aprender de todos. Los docentes que trabajan ahí tienen una fuerte visión de recupero de la dignidad de las personas y ahí hay un compromiso más allá del saber pedagógico, se aprenden de un montón de maneras para convocarlos y que se queden en las escuelas.

Reducir la brecha digital traerá, más allá del aprendizaje primario y secundario, la posibilidad de acceder a una educación universitaria y al mundo laboral digital. ¿Se abrirá una nueva percepción de las oportunidades que esto brindará a estos chicos?
Creo que a los chicos esta posibilidad le permitirá tener mayor acceso al aprendizaje y, de hecho, participar en lo que es la ciudadanía digital. Tenemos a la educación digital como uno de los objetivos de desarrollo sustentable, así que los principios ya están. El tema es que estos chicos están teniendo estas posibilidades y me parece que es una gran oportunidad, pero también es una gran oportunidad social, en materia de poder trabajar todos juntos, y eso educa más que cualquier contenido de una buena clase.

Cuando hablamos de que hay que impartir conocimientos en la participación ciudadana, bueno, pero ¿qué significa eso?.

Con nuestro trabajo conjunto estamos dando un ejemplo. Claro que cuando se construyen acuerdos y hay una voluntad de decir esta es la necesidad de los que no están teniendo acceso a educación, entonces hay respuesta del gobierno nacional, de la Ciudad, del tercer sector, de la Iglesia, de la universidad y de los profesorados. Esto es fuerte en materia de diálogo y en acuerdo para dar respuesta a un problema en medio de la pandemia.

POR MARIANA BADENI 21.09.2020

Diario La Prensa