El jueves 4 de junio tuvimos el tercer encuentro con los catequistas escolares. El primero fue en el mes de febrero con los catequistas de nivel inicial y primario en donde les presentamos una propuesta didáctica y de contenidos para innovar los encuentros catequísticos. En el mes de mayo con los catequistas de nivel medio presentándoles producciones para cada año del nivel medio. En el último encuentro vimos un programa concreto de contenidos nodales, el despliegue por año, las estrategias didácticas y las maneras de evaluar en la catequesis. De manera, de romper la monotonía de las evaluaciones. También la posibilidad de aprovechar espacios como los actos escolares y evangelizar a través de las efemérides. El gran desafió pendiente es programar los hábitos religiosos a formar a lo largo de la escolaridad.

El documento de Aparecida, cuando habla de la educación utiliza mucho el predijo “re”, repensar, rediseñar, relanzar, etc. Es necesario revisar los contenidos de la catequesis y su didáctica. Hay un viejo principio educativo antropológico que reza así: “lo que no se renueva se repite y lo que se repite se degrada”. Si no renovamos nuestra catequesis, ella perderá su vigor, su actualidad, su significatividad. A veces podemos estar aferrados a lo que nos da seguridad, a nuestro programa, a nuestras planificaciones, que mal que mal nos resultan.

Si no renovamos la catequesis, como ya no viene pidiendo la Iglesia desde Aparecida, está quedará conservada en su formalidad pero sin vitalidad. Será como esa ropa antigua, bien conservada pero con olor a naftalina.
Hoy tenemos sobradas pruebas que nuestra didácticas catequísticas no logran anclar en nuestros jóvenes. Como les contaba en el encuentro de febrero y el del pasado jueves 4 de junio me pasó el año pasado que un grupo de alumnos de 7mo grado durante su viaje de egresados estaban discutiendo entre ellos donde estaba “enterrado Jesús”, para zanjar la controversia vinieron a mí. Sorprendido gratamente que estuvieran hablando de la Fe en un momento como el viaje de egresados, les devolví la pregunta, ¿y ustedes a donde les parece que está el cuerpo de Jesús?.

Entonces comenzaron a decir, en Jerusalén, en Roma donde vive el Papa, etc. Fue que aproveche la ocasión para preguntarles si sabían que Jesús había resucitado. A lo que me respondieron: “Ah sí, reencarnado”. Por lo cual empecé a indagar que conocían de lo central de nuestra Fe. San Agustín decía: “La Fe de los cristianos es la resurrección del Señor”. Me dì cuenta que confundían Resurrección con reencarnación y que no sabían que era la Resurrección. Alumnos que llevaban 10 años transitando en la escuela parroquial. Seguramente la catequista año a año enseñó el Kerigma, la verdad fundamental de nuestra Fe, pero sin la didáctica adecuada, sin los andamiajes, estrategias metodológicas catequísticas, se convierte en la transmisión de un mensaje inerte, inocuo, que se repite memorísticamente sin entenderlo. La didáctica facilita el diálogo educativo. En ese viaje de egresados tuve la ocasión de catequizar solo lo fundamental de nuestra Fe desde una pedagógica dialógica, casi mayéutica.

Es necesario repensar la transmisión de la Fe y no solo dentro del aula sino también en otros espacios pastorales. Me pasó también conversando con los alumnos de 4to año del colegio después de su retiro “espiritual” preguntarles que fue lo que más les gustó del retiro, y para mi sorpresa la respuesta fue “que se habló poco de Dios”. No cabe duda que nuestra catequesis y nuestra pastoral debe tener un punto de partida antropológico, basarse en una teología fundamental que ponga en diálogo la razón y la Fe pero puede ser que muchas veces, por timidez, temor al rechazo, etc, nos quedemos en cuestiones puramente humanas.

Si bien no hay nada verdaderamente humano que no sea verdaderamente cristiano, podemos despojar a la catequesis y a la pastoral de los contenidos de la Fe, reducirla a un mero sentimentalismo donde la pastoral “se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente”. Debemos salvar la catequesis y la pastoral de la “estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal” (Benedicto XVI, Caritas in Veritates).

La catequesis puramente humana termina siendo un monofisismo, que niega la naturaleza divina de Cristo y priva de mirar el actuar de la Gracia en la vida de los hombres y de la Iglesia. Por eso, no es solo revisar contenidos, estrategias didácticas y metodológicas sino revisar nuestra propia Fe, la Fe que anunciamos y proclamamos.

Cuando la catequesis en la escuela es una verdadera asignatura no se convierte en algo frio y distante, sino en un espacio para dialogar la Fe, repensar enseñanza de la Fe desde las categorías actuales. La catequesis asignatura ayuda a los alumnos a pensar la Fe, a superar rechazos fidelistas, a redescubrir que tiene sentido las verdades de Fe. El temor a que se convierta en “una materia más” puede llevar a que se convierta en un “envoltorio vacío” parafraseando a Benedicto XVI, a que sea un espacio socio-afectivo de encuentro donde se traten cuestiones puramente humanas que no se las ilumine desde una fe.

Pbro. Juan Manuel Ribeiro. Miembro del Consejo de Pastoral Educativa.