“Me llenó el alma escucharlos y sentir la escuela viva otra vez”. Tamara Carrara, Directora del Instituto San Roberto, del barrio de Flores, afirmó que el inicio de las actividades de revinculación presenciales permitió que se volvieran a escuchar los ruidos de los chicos, sus risas, sus voces. “Es algo que nos moviliza mucho como educadores”.

De este modo, el instituto, que cuenta con oferta de nivel inicial y primario de jornada completa, comenzó a recibir a sus estudiantes, quienes mayoritariamente vienen de familias que viven o trabajan en el barrio. Pero la espera fue larga y no estuvo exenta de desafíos.

“Nosotros ya contábamos con la plataforma Aulas en Comunión, aunque no la utilizábamos con la misma intensidad con la que trabajamos durante la pandemia. Esto nos ayudó porque no empezamos de cero, como sí les sucedió a muchas escuelas que no contaban con este tipo de herramientas”, aclaró.

“Si bien teníamos la plataforma, el modo de enseñar era nuevo para todos. Viéndolo a la distancia, todos aprendimos los importante que era la colaboración, compartir con otros y trabajar en equipo. De alguna manera, la pandemia nos obligó a desestructurarnos, a salir de la comodidad y a reinventarnos para poder enseñar a través de las pantallas para que nuestras actividades realmente pudieran llegar a los chicos. A pesar de que fue difícil y todos trabajamos muchas más horas de lo habitual, fue muy positivo a nivel personal y profesional porque aprendimos un montón de cosas nuevas”, aseguró Carrara.

Uno de los primeros desafíos fue que las familias pudieran conectarse y acompañar a los alumnos en cada una de las actividades. “Nuestros docentes y alumnos ya sabían manejar la plataforma debido a que, al ser de jornada completa, los chicos suelen hacer todas sus tareas y actividades en la escuela sin necesidad de llevarse tareas ni de utilizar la plataforma desde casa”.

Entonces, para las familias sí fue algo nuevo. Por esa razón, desde el Instituto San Roberto realizaron reuniones de padres virtuales para explicar el uso de la plataforma, cómo subir las actividades y, además, comentarles de qué modo se enviarían las comunicaciones con información para padres, entre otros aspectos que iban cambiando a lo largo del año.

Pero antes debieron encontrar los modos de poder comunicarse con cada una de las familias, dado que al inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio no se podía salir e ir a buscar a la escuela los datos necesarios para contactarse con algunas familias. “En ese sentido, algo que nos sirvió mucho es un grupo de Whatsapp que habíamos creado para otras actividades de la escuela con “Mamás colaboradoras”. Ese grupo nos permitía contactarnos con referentes de cada sala y a través de ellas con las otras familias”, mencionó la Directora.

Saber cómo gestionar el uso de cada canal de comunicación demandó un trabajo de selección de la información a transmitir por cada uno, sobre todo porque que no todas las familias están en contacto o forman parte de estos grupos. “Si no teníamos en cuenta eso, muchas se podían perder las novedades que enviábamos”. Fue así como se utilizó la plataforma Aulas en Comunión como base para todas las comunicaciones generales de la escuela, la cual pasó a cumplir la función del cuaderno de comunicaciones. Pero, por otra parte, había cosas más que sí se podían transmitir por vías más informales o a través de esas madres referentes de cada grupo.

– ¿Cómo se fueron organizando para ir retornando a la presencialidad?

– Nosotros fuimos realizando la apertura de las burbujas de manera progresiva, a medida que íbamos recibiendo la información oficial. Lo primero que se hizo fue realizar reuniones de padres para ir contándoles e informándoles cómo se realizan las actividades de revinculación, y explicándoles cuáles eran los protocolos para seguir. También remarcamos la importancia de que las familias pudieran contarles a los chicos que, si bien se habla de volver a la escuela, no iba a ser igual a lo que ellos conocían o que no se iban a poder encontrar con todos sus compañeros, que no iban a ir a las ocho horas, sino que sólo sería un ratito. Todo esto se lo transmitimos a las familias quienes hablaron con los chicos para que estuvieran preparados. La verdad es que nos han sorprendido todos, no solamente los más grandes de séptimo: hasta los más chicos sabían que tenían que usar el barbijo, que no podían compartir la botellita de agua, ni compartir los útiles. Otro aspecto importante era que supieran que irían a la escuela a realizar algunas actividades, pero que no debían aflojar en la virtualidad.