La crisis que estamos viviendo, sin precedentes desde hace un siglo por lo menos, nos abre numerosas oportunidades, en especial, en lo que refiere a los medios de comunicación.

El Papa San Pablo VI afirmó, ya hace más de 40 años, que la Iglesia « se sentiría culpable ante Dios », si dejara de usar los medios de comunicación para la evangelización. A la vez, el Papa San Juan Pablo II dio un paso más y definió a los medios de comunicación como « el primer areópago de la Edad Moderna », y declaró que « no basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio auténtico de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta ‘nueva cultura’ creada por la comunicación moderna ».

Esta coyuntura nos coloca frente a la necesidad de tomar los distintos medios de comunicación para seguir llevando adelante nuestra misión pero a la vez deja de relieve la poca preparación que tenemos en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TICs).

En el documento la “Iglesia e Internet” del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales del año 2002, se afirma que “los medios de comunicación no solo ejercen una fuerte influencia en lo que la gente piensa sobre la vida, sino también porque en gran parte”. Es decir, los medios de comunicación moldean hoy las experiencias humanas. Son creadores de nuevas subjetividades e intersubjetividades. Crean nuevas formas de vincularnos, y no necesariamente superficiales.

Alguna vez escuché decir que lo virtual no es real, pero esto no es así, porque lo virtual forma parte hoy de la realidad de la mayoría de las personas. Por eso, navegar por las aguas de lo virtual es aproximarnos a los nuevos areópagos y quizás las nuevas periferias existenciales de las cuales nos habla el Papa Francisco.

Una verdadera Cultura del Encuentro no puede ignorar la potencialidad que tienen, entonces, para la evangelización y la catequesis las TICs. El documento del dicasterio dedicado a las comunicaciones expresaba en el año 2002 algo que tienen una gran actualidad: “Los medios de comunicación ofrecen importantes beneficios y ventajas desde una perspectiva religiosa: Transmiten noticias e información de acontecimientos, ideas y personalidades del ámbito religioso, y sirven como vehículos para la evangelización y la catequesis. Diariamente proporcionan inspiración, aliento y oportunidades de participar en funciones litúrgicas a personas obligadas a permanecer en sus hogares o en instituciones”.

Después de este proemio podemos ir a lo nuestro, “la evangelización y la catequesis escolar en la pandemia. Deudas, oportunidades y desafíos”.

En su libro “Tentación y discernimiento”, Segundo Galilea habla en un momento de tentaciones del apostolado. Parafraseando su idea, quiero detenerme en algunas posibles tentaciones que podemos sufrir sacerdotes y catequistas en este tiempo. En la vivencia del aislamiento social preventivo y obligatorio gran parte de nuestras planificaciones y agendas pastorales y escolares quedaron truncadas y en muchos casos no supimos cómo responder a la necesidad de una atención pastoral adecuada al Pueblo de Dios, presente también en nuestros colegios. Hubo algunas tentaciones asolaron a muchos de nosotros en las primeras semanas.

Una primera tentación es la de quedar paralizados, haciendo lo mínimo indispensable, esperando la pronta vuelta a la normalidad.

La segunda tentación que se les presenta es hacer de cuenta que no pasa nada y avanzar, tratando de hacer lo mismo de antes pero de manera virtual: misas, encuentros y reuniones, catequesis, etc. Pero, indubitablemente, perdiendo de vista qué pasaba alrededor. Esto pasó en muchas escuelas, intentaban hacer lo mismo, enseñar de la misma manera y forma, lo único que variaba era el medio. No pocos se estrellaron con la dura realidad. La dificultad de muchas familias de contar con una buena conectividad, una sola computadora por familia, la superdemanda de estar conectados por el homeoffice laboral, por la escuela, etc.

La tercera tentación es la sobreexposición. Pensar que como curas o catequistas tenemos que convertirnos en youtubers, en tuiteros, vivir subiendo publicaciones al Instagram o al Facebook. También grabar y enviar mensajes tras mensajes, casi como lo haría un influencer. Dentro de esta tentación, se puede esconder también la vanidad por mostrarse más a sí mismo que mostrar al Señor.

La cuarta y última tentación es el no registrar qué nos pasa a nosotros en medio de toda esta situación, haciendo de cuenta que tenemos un caparazón, que no nos afecta lo que ocurre. Indudablemente, esto no es así. Creo que necesitamos darnos tiempo de pensar qué nos suscita a cada uno esto que nos toca vivir. Podemos hacer del tiempo de aislamiento también un tiempo de recogimiento interior, sin descuidar la tarea pastoral, para escuchar la voz del Espíritu que nos forma en nuestra vida espiritual.

En la quinta tentación quiero señalar que puede afectarnos tanto a sacerdotes como a catequistas. La llamo “la tentación de la pastoral de mantenimiento hasta que esto pase”. En específico en lo que refiere a la pastoral educativa, no a pocos catequistas los percibo imbuidos en esta tentación. De varios escucho frases como: “bueno en este tiempo no se puede hacer mucha pastoral”; “es muy difícil hacer pastoral a la distancia, a lo sumo podemos mandar un videíto o un flyer motivador”. Nos preguntamos ¿es realmente así?. Difícil y distinto sí, pero no hay aislamiento que frene la acción del Espíritu si uno pone los medios, cooperando con Gracia. Podemos preguntarnos entonces: ¿qué buscamos o pretendemos al anunciar el Evangelio?; ¿podemos desarrollar una catequesis como veníamos haciéndola con niños y jóvenes o debemos pensar otras formas?. Siendo que lo virtual es parte de la vida real de las personas y hoy más que nunca, ¿podemos repensar una catequesis y la evangelización en tiempos de pandemia?. Yo creo, sinceramente, que sí. Es la gran oportunidad y desafió que se nos presenta en este tiempo.

Esta quinta tentación creo que afecta gravemente la pastoral en este tiempo. En las últimas semanas estuve conversando con catequistas de varias escuelas parroquiales preguntándoles si habían incorporado algo nuevo, innovador a la catequesis; si habían repensado los procesos de enseñanza/aprendizaje para adaptarlos a este tiempo; ¿cómo estaban sosteniendo la evangelización escolar a la distancia?; ¿cómo llevaban adelante animación pastoral?. La respuesta en la mayoría de los casos era: “y doy clases por Zoom o Google Meet”; “les subo a la plataforma o campus alguna actividad”. Pero en fin, más de lo mismo, o aún peor, menos de lo mismo. Muy preocupante el poco fervor apostólico.

Si bien en las tentaciones describí algunas sombras, quiero señalar ahora algunas luces.
Tengo un amigo, doctor en Ciencias de la Educación, que dice que en esta crisis se produjo algo inédito en la vida de los docentes, dejaron la tiza e incorporaron la tecnología. Esto que causaba mucha resistencia en la etapa de normalidad/presencialidad se dio a la fuerza. Por eso, con cierta ironía llamaba a este virus “San COVID-19” porque logró el milagro de incorporar a la escuela las tecnologías. Desde ya, no coincido con todas sus apreciaciones, pero también me decía, “lo que es verdad es que si Sarmiento hubiera resucitado en el año 2019 hubiese podido dar clases sin mayores dificultades, ya que lo tecnológico era usado, en el mejor de los casos, de manera instrumental”. Y me permito suponer, por haber estudiado al padre de la educación argentina, que en una semana Sarmiento se hubiese adaptado a las TIC´s.

Este comentario irónico me llevó a la necesidad de repensar la didáctica de la evangelización y la catequesis en este tiempo. El Documento de Aparecida, cuando habla de la Educación Católica utiliza muchas veces el prefijo “re”, ejemplo, repensar.

Una luz que nos ha dado este tiempo se refiere a la transmisión de la Fe, a comunicar lo que creemos, a volver a contar a Jesús, de una forma distinta, inédita, con la novedad y el rejuvenecimiento del Espíritu. En este tiempo el Espíritu Santo, sin duda, nos iluminó para desinstalarnos (como solía decir el Card. Bergoglio), para sacarnos del “siempre se hizo así”. Algunas luces nos llevan a pensar: ¿Cómo sostener desde lo celebrativo la experiencia de Cristo Vivo y Presente en la Eucaristía?; ¿Tenemos en cuenta el contexto del otro lado al pensar la homilía o los signos que acompañan la celebración?; ¿Cómo sostenemos la atención de los fieles cuando están en sus casas, no pocas veces pequeñas?; ¿Los contenidos catequísticos los seguimos pensando del mismo modo que cuando estábamos en la presencialidad con los chicos en la escuela?.

Creo que este escenario presente y futuro nos presenta el desafío de repensar y relanzar la pastoral educativa en nuestras escuelas. El Espíritu Santo no hiberna (como el letargo que pasan algunos animales mientras dura el invierno), no se queda esperando hasta que pase la pandemia.

Hoy la luz del Espíritu nos ilumina para seguir la tarea evangelizadora y catequística de manera creativa, hoy más que nunca se hacen una exigencia las palabras de San Juan Pablo II : “una nueva evangelización, nueva en métodos, nueva en expresiones y nueva en ardor”, parafraseando a su predecesor San Pablo VI.

No es fácil imaginar la salida de este tiempo. Primero, porque no sabemos cuándo saldremos de este tiempo de pandemia. El 22 de julio de 2020 el presidente del Comité Olímpico japonés ponía en duda la realización de los juegos olímpicos para julio 2021, al menos hasta que aparezca una vacuna contra las distintas “cepas” del COVID-19. Es decir, aún el 2021 se presenta con incertidumbres.

Hoy que se pone en duda el fin de las cuarentenas o su intermitencia, se habla de tiempos de “ir y venir”, “nueva secuencia de la Educación: Presencial + Sincrónica + Asincrónica + Presencial”.
En cuanto a la pastoral educativa, creo necesario, después de las tres consultas sinodales, a directivos, catequistas y alumnos, la necesidad de refundar todo lo que venimos haciendo. Animarnos a lo inédito, a dejar de lado “el siempre se hizo así”. Aún más que todavía no sabemos los efectos que tendrá la pandemia no solo en la economía y en la sociedad sino en la misma Iglesia y en su pastoral evangelizadora.

Me pregunto, después del tiempo sinodal, de la pandemia, ¿podrá seguir todo igual?. En mi opinión la Iglesia de Buenos Aires “será sinodal o no será”. Las propuestas pastorales para la educación deben salir no solo del Sínodo sino más que nada sinodalmente entre todos los que formamos parte de nuestras comunidades educativas.

La sinodalidad es la oportunidad y el desafío que nos espera para la salida de este tiempo. No por nada, el Papa Francisco para la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos convocada para el año 2022 ha propuesto reflexionar «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». No hay otro camino que el de la sinodalidad para descubrir los caminos de la pastoral educativa, que hoy sabemos que es ineficaz. Solo el discernimiento sinodal nos dará las certezas del Espíritu Santo para transitar esa nueva normalidad, agrego yo, del Espíritu Santo, en el tiempo pospandémico.

Por último, además de la deuda de hacer un discernimiento sinodal para descubrir las sendas por las cuales el Espíritu Santo quiere guiar los caminos de la pastoral educativa. Este tiempo ha dejado a la luz otra deuda con respecto a la utilización de las TICs en la pastoral educativa. Hemos podido notar que la evangelización y la catequesis escolar han aprovechado muy poco las potencialidades de la comunicación digital. Esta es otra de las deudas pendientes que el tiempo de la pandemia mostrado a los agentes de la pastoral de nuestras escuelas.

Pbro. Juan Manuel Ribeiro. Miembro del Consejo de Pastoral Educativa, Vicaria para la Pastoral de la Educación.