Hace algún tiempo conversando con un sacerdote amigo, este me planteo que no era posible dialogar con las ciencias sociales ya que en estas no hay verdad, es decir, no se puede llegar a una objetividad. Esto me llevo a reflexionar si tal afirmación no tenia parte de verdad pero también sino adolecía de cierto prejuicio. Si bien en las ciencias sociales no existen verdades “objetivas” como en las ciencias duras, esto no significa que no se obtenga a través de un riguroso método científico y desde un enfoque cuantitativo, información objetiva y que la misma pueda contrastarse con la realidad. El problema actual de las ciencias sociales radica, a mi entender, en concepciones ideológicas que llevan a posicionarse frente al objeto de estudio con una concepción de la realidad ya dada.

En el presente artículo pretendo ejemplificar la posibilidad de un diálogo con un tópico sumamente conocido y que todavía es enseñado y sostenido como verdad por muchos sociólogos y cientistas sociales. El mismo es conocido vulgarmente como “la explosión demográfica” y sostiene que hay un crecimiento desmedido de la población mundial, especialmente en países más pobres, lo que llevaría inexorablemente a un agotamiento de los bienes escasos y a más miseria todavía. Sin embargo, desde la ciencia demográfica podemos sostener y defender la postura contraria y demostrar como el pensamiento social católico y la sociología, desde una cosmovisión cristiana, colocan en evidencia la falsedad y el error de los postuladores de la teoría de la explosión demográfica. En primer lugar, abordaré la cuestión desde la teoría de la Transición Demográfica que explayaré concisamente, luego reflexionaré sobre la relación entre natalidad y mortalidad y el grado de desarrollo optimo de una población, para terminar demostrando el error y la falacia de la teoría mencionada. En suma, es un tema muy importante ya que es el substrato teórico que poseen diversas campañas de anticoncepción nacionales e internacionales, y también algunos lobbies eugenésicos.

Para discutir la cuestión comenzaré por resumir la teoría de la Transición Demográfica. La misma sostiene, en palabras de Otero (2007:340), “que a lo largo de la historia las poblaciones atraviesan por cuatro fases claramente definidas: 1) una etapa pretransicional (también conocida como alta Estacionaria o como Antiguo Régimen), en la que la mortalidad y la natalidad tienen altos niveles, debido a la influencia de recurrentes crisis de mortalidad y a la ausencia de control voluntario de los nacimientos por parte de las familias, lo que da lugar a un bajo nivel de crecimiento vegetativo; 2) una etapa de expansión inicial, caracterizada por una baja notoria de la mortalidad, pero con mantenimiento del nivel pretransicional de natalidad, desfasaje que produce un incremento sustantivo del crecimiento (recibe calificación como: boom, explosión, etc); 3) una fase de expansión tardía, en la que a continuación de la baja de mortalidad se suma ahora la baja de natalidad, y la consecuente disminución del ritmo de crecimiento; 4) una fase postransicional o de equilibrio bajo en la que ambos fenómenos se estabilizan dando lugar a un ritmo muy lento de crecimiento de la población”. Cabe aclarar que, sobre esta última fase hay menos consenso entre los demógrafos.

En el proceso de transición demográfica la segunda instancia merece especial atención, es caracterizada por una baja en las tasas de mortalidad, especialmente en los infantes y mayor expectativa de vida para los ancianos, y luego en devenir, en un aumento de la tasa de natalidad producida por el descenso de las defunciones. Trayendo como consecuencia un crecimiento población que muchas veces se lo denomino boom demográfico.

Con respecto a la relación entre la natalidad y la mortalidad y el grado de desarrollo económico y social de una población deseo hacer las siguientes reflexiones: En referencia a la relación entre la natalidad y la mortalidad y el grado de desarrollo económico y social de una población, un crecimiento poblacional lejos de causar el temor malthusiano a una explosión demográfica que traería aparejada una reducción de los recursos “aparentemente” fijos y no renovables, y por ende, un empobrecimiento y mortalidad de la población, debería abrirnos a una mirada más amplia. El colocar entre comillas la palabra “aparente” es por la siguiente razón: Si bien hay recursos innegablemente no renovables, también es cierto que hay muchos avances tecnológicos que permiten buscar nuevos recursos, inclusive, renovables y menos contaminantes, como es el caso de algunas energías alternativos al petróleo.

Además debemos admitir un dato histórico real y que hace tambalear las premisas del pensador inglés Malthus, en palabras de Livi Bacci (2012: 107), “el progreso económico está asociado al crecimiento demográfico; una sociedad más populosa puede organizarse mejor, especializar el trabajo y las funciones, encontrar los medios para sustituir recursos fijos y generar estructuras que serían insostenibles con una población dispersa y de dimensiones modestas”. Un ejemplo de esto fue el giro que realizò China con su populosa población que le permitió convertirse en la segunda economía mundial y ser un país en donde puede producirse casi todo.

Sin embargo, debemos evitar una mirada pueril y lineal de esta segunda teoría que lleve a sus detractores a darle la razón a la teoría de la explosión demográfica. La segunda teoría debe poner su mirada en la realidad y buscar caminos prudentes y mesurados para discernir los vínculos entre las cuestiones medioambientales y la limitación objetiva de recursos, y tomar decisiones oportunas. Es ahí cuando deben entrar en juego “la continua innovación tecnológica y a menores limitaciones impuestas por los recursos, solo en una pequeña proporción no renovables y en su mayoría sustituibles” (Livi Bacci 2012:112).

La historia debe ser para nosotros “magistra vitae” para aprender de ella y reflexionar desde lo en que ella constatamos. A pesar de que la perspectiva malthusiana y sus derivados, tengan visiones que puedan resultar muy limitadas, debemos por honestidad intelectual, ver aspectos de verdad que en ella residen. Uno es que sin decisiones políticas y económicas gubernamentales, pueden desaprovecharse los bonus demograficus y los crecimientos en la natalidad que se dan en muchos países en vías de desarrollo, dándole razón, más bien como pretexto, a la primer teoría. Otra arista de la reflexión sobre la relación entre la natalidad y la mortalidad radica en el envejecimiento poblacional. Si en una población se reducen drásticamente ambos hechos demográficos, podría darse una mayor proporción de personas ancianas, quienes son económicamente dependientes de la masa etaria económicamente activa. Esto llevaría a una mayor carga para los sistemas previsionales y una mayor inversión en salud, en un sector plausible de mayores requerimientos sanitarios. Por eso, resulta de vital importancia que los Estados estén atentos a un crecimiento nulo o negativo de la población y a un angostamiento de la base de la pirámide de natalidad.

Hoy pareciera que el temor, más que la evidencia, de una explosión demográfica, sumada a otras cuestiones de índole cultural y ya no como un freno a los años de carestía, lleva a muchas personas, particularmente en occidente, a aplazar el matrimonio y los nacimientos. Esto, sin duda, traerá enormes consecuencias a mediano plazo en el desarrollo económico y social de una población. Pensemos sino en la generación del baby boom de la posguerra en los Estados Unidos próxima a jubilarse, la enorme carga que representará para el sistema jubilatorio norteamericano, aun no siendo una nación de crecimiento negativo. En lo que refiere a la Argentina, siguiendo a Otero (2007:358) “podría hipotetizarse que (de no mediar migraciones importantes hacia nuestro país) la baja futura de la fecundidad hacia el umbral crítico del nivel de reemplazo generacional obligará a replantear el problema del crecimiento demográfico (. . .) El desafío consistirá entonces en adoptar políticas de incentivación de la fecundidad pero que no afecten el derecho de autodeterminación de las personas”. Otero (2007: 363) continúa observando, con respecto a la primer teoría que “vista la relación en sentido inverso –vale decir- los efectos del crecimiento demográfico sobre el económico- no se observan en términos macro-económicos y macro-demográficos argumentos en apoyo de las principales proposiciones de la teoría de la teoría mathusiana”. Por el contrario, como observa Otero (2007:364): “para el caso argentino, la producción de alimentos fue continuamente creciente a lo largo de los dos últimos siglos, tanto gracias a la incorporación de trabajadores inmigrantes en un primer momento, como gracias al notable aumento de la productividad del sector a partir de mediados del siglo XX”. Por contrapartida y en contra de lo que podría afirmar Malthus, Otero (2007:363) señala que “el aumento del desempleo (notorio a partir de la década de 1990), por su parte, coexistió con un nivel de crecimiento demográfico muy bajo”, no siendo este consecuencia de aquel. Es decir, el desempleo dado en la última década del siglo XX en nuestro país no se debió a una explosión demográfica ni a un exceso de población para limitados puestos de trabajo.

A esta altura de la reflexión no podemos dejar de prestar atención a la “tesis de inspiración neomalthusiana de la reproducción intergeneracional de la pobreza, según la cual la alta fecundidad de los sectores pobres favorecería la continuidad en dicha situación de sus descendientes” (Otero 2007:363). La misma tiene su parte de verdad pero olvida y deja de lado que una política económica inclusiva, de desarrollo social y de promoción socioeconómica puede sacar a estos segmentos de la sociedad de su situación de vulnerabilidad social. Es probable que varios proyectos de leyes eugenésicos actuales tengan como trasfondo esta ideología de espíritu malthusiano de la reproducción intergeneracional de la pobreza.

En fin, creo que deberíamos entender el crecimiento poblacional como una riqueza y un capital potencial de recursos para toda nación. En cuanto a este punto con Otero (2007: 364) debemos afirmar que “el debate más urgente es el relativo a las medidas que permitan la elevación y la equidad de la calidad de vida de los habitantes” pero como bien aclara el autor “es un debate que cae de lleno en el campo de la economía política y no en el demografía”. Pero para nuestra posición no cabe dudas que el “crecimiento de la población puede tener efectos favorables para el desarrollo socioeconómico del país, en particular el favorecer economías de escala y el aumento del mercado interno” pero como ya dijimos requiere de políticas de Estado que busquen mejorar “la cantidad y calidad del capital humano necesario para el desarrollo” (Otero, 2007: 364), de lo contrario, le estaremos “dando la mano” a Malthus y su corriente de pensamiento, en la cual nos colocamos en la posición intelectual contraria.

Así pues, esta reflexión, nos muestra como en realidad no hay contradicción entre la Fe y las Ciencias Sociales cuando estas se rigen por un método científico cuantitativo riguroso y no por una ideología, y que la Iglesia puede sacar de estas “competencia, concreción y actualidad” (CDSI, nro.78). En el ejemplo analizado se ve como el pensamiento social católico está en plena coincidencia con la segunda corriente demográfica mencionada que es en rigor mas científica y menos ideológica que la malthusiana, ya que demuestra que la solución no pasa por campañas de esterilización y anticoncepción, sino por promover una “mayor justicia y una autentica solidaridad” (CDSI, nro.234), y a su vez en reconocer, “que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario” (CDSI, nro. 483). Son más bien, las decisiones políticas e ideológicas las que producen una desigual y poco solidaria distribución de los recursos, lo que se usa como pretexto para avalar la posición de una explosión demográfica de la población que no se da en la realidad, como científicamente hemos demostrado (Cfr. CDSI, nro.234).

BIBLIOGRAFIA: Livi Bacci, Massimo. “Historia Mínima de la población mundial”. Ariel Historia. Ed. Planeta. 2012; Otero, Hernán. “El crecimiento de la población y la transición demográfica”. En: Susana Torrado, comp., “Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo Centenario”. Buenos Aires. Edhasa. 2007; Welti, Carlos. ed. “Demografía”. México. PROLAP-IISUNAM. 1997; Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. Pontificio Consejo Justicia y Paz. CEA. 2005.

Por Pbro. Juan Manuel Ribeiro. Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Miembro del consejo de pastoral educativa. Magister en Sociología UCA.