El pasado lunes 10 de febrero compartimos un retiro en la Santa Casa de Ejercicios junto a sacerdotes, representantes legales, apoderados y equipos directivos de las escuelas del Arzobispado de Buenos Aires. El encuentro organizado por la Vicaría de Educación contó con la presencia y prédica de 𝗠𝗼𝗻𝘀. 𝗝𝗼𝗿𝗴𝗲 𝗚𝗮𝗿𝗰í𝗮 𝗖𝘂𝗲𝗿𝘃𝗮. En el año del Jubileo y próximos al nuevo ciclo lectivo, los animó a 𝘀𝗲𝗿 𝗯𝘂𝘀𝗰𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀 𝘆 𝗽𝗲𝗿𝗲𝗴𝗿𝗶𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗻𝘇𝗮 𝗲𝗻 𝘀𝘂𝘀 𝗰𝗼𝗺𝘂𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀.

Participaron del encuentro más de 250 asistentes que tienen la misión de liderar y guiar la tarea educativa y evangelizadora en las comunidades educativas. El objetivo fundamental del encuentro fue fortalecer vínculos entre los miembros de las escuelas católicas que pertenecen al Arzobispado, brindar un marco de referencia para trabajar con los equipos docentes y con todos los miembros de las diferentes comunidades educativas a lo largo del año y crecer en fraternidad no sólo espiritual sino en todas las dimensiones, buscando una mayor equidad entre  las distintas instituciones.

La jornada se desarrolló durante la mañana, a lo largo de la cual se organizaron dos momentos bien definidos. El primero que invitaba a la reflexión personal y otro en pequeños grupos para compartir miradas, desafíos y experiencias entre distintas instituciones educativas.

Los principales puntos del mensaje de Mons. García Cuerva buscaron recuperar el sentido de la misión como educadores católicos. La invitación a ser inquietos, observadores de la realidad y buscadores de sentido, dejando de lado el quietismo, el miedo, la desconfianza y la indiferencia. Sus palabras propusieron poner el corazón en marcha una vez más, saliendo de la rutina, despertando pasiones y entusiasmo, contagiando ánimo, anunciando a Jesús como centro de la vida en la comunidad educativa.

Para cerrar el primer momento de la jornada, Mons. García Cuerva los  animó a dar un paso adelante y enfrentar los desafíos de hoy. Les propuso reflexionar sobre aquello que cada uno fue perdiendo a lo largo de los años; cómo romper con la rutina y recuperar la capacidad de asombro, dejándose sorprender por Dios; qué es necesario buscar para recuperar ese “primer amor” que los hizo elegir ser educadores; y finalmente dónde buscar la esperanza en cada comunidad para reavivar el  entusiasmo y las ganas de caminar, de poner el corazón en marcha.

 

La segunda parte de la jornada la reflexión se centró en la lectura del logo del Jubileo de  la Esperanza en clave educativa. A partir de un recorrido por cada una de las figuras que lo forman, el Arzobispo propuso reivindicar la fraternidad en la comunidad y con otras comunidades, como miembros de una misma familia de escuelas católicas de la Arquidiócesis de Buenos Aires; siendo solidarios, tolerantes, rompiendo con la profunda inequidad que aún existe. Expresó que es necesario “respirar a Cristo en la vida diaria” implicando el Evangelio en lo cotidiano del colegio,  mirando la vida con una actitud de alegría propia del ser cristiano, teniendo una memoria agradecida que pueda revisar aquellas actitudes que permitieron resolver situaciones difíciles en la historia de la comunidad y rescatarlas. A su vez, los invitó a pensar dónde están anclados y ser pacientes, como tejedores del bien, con un corazón joven, esperanzado y misericordioso.

Los directivos se organizaron en pequeños grupos de 4 ó 5 personas de diferentes comunidades que, con algunas preguntas disparadoras que propuso el Padre Jorge, convocaron a compartir de qué manera seguir creciendo como hermanos en cada institución y con otras comunidades, qué lugar tiene Jesús en lo cotidiano de cada institución, en qué está anclada cada institución.

 

El retiro propuesto para iniciar la tarea directiva este año fue un encuentro muy valioso. Ante la realidad que enfrentan cada día las comunidades educativas, es necesario fortalecer a los equipos directivos comprometidos con la misión de educar en la arquidiócesis para tender puentes entre comunidades y caminar sinodalmente en la ciudad. Sólo de esta forma es posible sortear las inequidades que existen en las diferentes realidades.

La educación es un acto de esperanza, un faro que ilumina el camino hacia un futuro mejor, más fraterno, justo y solidario. En tiempos complejos y líquidos, la educación es un espacio privilegiado para sembrar con esperanza, brindando a los niños y jóvenes la posibilidad de desarrollar habilidades y competencias para la vida tales como la creatividad, el pensamiento crítico, la reflexión, la solidaridad, la colaboración y la resolución de conflictos.

La educación integral que permite el desarrollo de todas las dimensiones de la persona (cognitiva, social, emocional y espiritual), promueve la construcción de una ciudadanía global, de un mundo más humano y sostenible que recupere los valores y virtudes del Evangelio y renueve el corazón de la ciudad, en el cual cada uno pueda  ser plenamente aquello que está llamado a ser. Es una invitación a recuperar y renovar la misión de la Iglesia, Madre y Maestra, de educar evangelizando y evangelizar educando. El año jubilar se presenta como una gran oportunidad que nos impulsa a anclar en la educación como faro de esperanza para seguir caminando hoy hacia un futuro mejor.

 

Se vivió un 𝗰𝗹𝗶𝗺𝗮 𝗱𝗲 𝗳𝗿𝗮𝘁𝗲𝗿𝗻𝗶𝗱𝗮𝗱, alegría, entusiasmo, encuentro, comunión y reflexión 𝗽𝗿𝗼𝗳𝘂𝗻𝗱𝗮, finalizando con un almuerzo compartido entre todos.