Hace unos días me invitaron a compartir la experiencia de misión que venimos realizando en nuestra comunidad educativa desde hace casi veinte años. Si bien me resulta complejo hoy, después de casi dos años de aislamiento por la pandemia, hablar de la misión evangelizadora en la escuela, es una invitación a no perder de vista nuestro gran horizonte y a poner en marcha los motores para que el 2022 nos encuentre preparados para salir a compartir la alegría de la fe con alguna comunidad que lo necesite… y que hace tan bien a nuestras comunidades.

En el año 2002, comenzamos misionando en la escuela a partir de una invitación recibida por parte de las Hermanas Misioneras de la Caridad de Don Orione, con quienes compartimos ocho años en el desierto de General Lavalle, en Mendoza; luego en la provincia de Entre Ríos, en la localidad de Crucecita Séptima y Tabossi y los últimos cuatro años, antes de la pandemia, en Baigorrita e Iriarte, provincia de Buenos Aires.

Más allá de las particularidades de cada uno de estos lugares, estando allí hemos podido descubrir a Dios, quien llamándonos a compartir nuestra vida de fe a medida que pasaban los días, nos mostró con mayor claridad, en el encuentro con la gente de aquellas comunidades, que Él nos había puesto en ese lugar: Dios nos necesitaba ahí.

Es maravilloso recordar las experiencias vividas con alumnos, ex alumnos y docentes en tiempos de misión, no solamente los días propiamente dichos, sino también los momentos previos, el año de trabajo y preparación para llegar a ella: encuentros de formación, momentos de oración, celebraciones, noches de la caridad, visitas a geriátricos y hogares de chicos, todas esas acciones hacen que toda nuestra comunidad educativa esté en clave pastoral, intentando vivir uno de los principios de la escuela católica: pensar, querer y actuar según el Evangelio. Recuperando en cada una de esas experiencias, en toda la vida de la escuela, ese humanismo cristiano tan necesario para nuestros/as jóvenes, y que refleja nuestra verdadera identidad.

El Papa Francisco nos invita a la esperanza, a salir de nuestras comunidades, de nosotros mismos, “nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor” (FT 55), y es hacia allí donde queremos caminar como comunidad misionera, recuperando esa pasión que nos mueve a compartir a Jesús.

Si bien son muchas las experiencias compartidas, en las que han participado más de 600 chicos en estos veinte años, tenemos que seguir caminando, proyectando y anunciando porque es lo más propio del ser Iglesia; reconociendo que nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes que, sin lugar a dudas, escribieron los acontecimientos decisivos de nuestra historia compartida (FT54), entre muchas de ellas la misión en la escuela.

A lo largo de cada año, buscamos que nuestros jóvenes realicen el proceso de discípulos misioneros propuestos por Aparecida: Encuentro con Jesús, Conversión, Discipulado, Comunión y Misión (AP 278); cinco aspectos íntimamente unidos, uno con el otro, con el fin de que a lo largo de ese proceso, el joven, a partir de ese encuentro con Jesús, renueve su vida y la de la comunidad, animándose a anunciarlo con alegría y con la certeza de que Dios lo ama.

La pandemia, si bien nos detuvo, nos tiene que haber permitido renovarnos como escuela católica, con un impulso misionero valiente y audaz, confiados en el Espíritu que “viene siempre en ayuda de nuestras necesidades” (Rom. 8,26), dejando que Él actúe en cada uno de nosotros.

Tal vez el anhelo de volver a misionar en el 2022, después de dos años, surge de esas experiencias compartidas y vividas en la comunidad, que dio tantos frutos y tantas alegrías, que como dice el papa Francisco, “el bien siempre tiende a comunicarse…” (EG 9), y nosotros queremos continuar diciéndole a Jesús: “en San Cristóbal, tenemos un corazón misionero, Señor”.

Claudio Fernández, rector colegio San Cristóbal.