Comisión Episcopal de Educación Católica, CEA:

Abrir con esperanza el año escolar 2022

 

La virtud de la esperanza que «corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre y que asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres»[1], nos ha permitido perseverar ante las duras pruebas de la pandemia en estos dos largos años. En la escuela -ese espacio donde se cultiva el sagrado derecho de educar y aprender-, como en tantas familias, ha dejado huellas dolorosas a su paso; fue un tiempo en que niños y niñas, adolescentes y jóvenes quedaron marginados del proceso educativo, sobre todo en las regiones más vulnerables del país. No obstante, al comenzar un nuevo ciclo educativo, nuestra mirada sobrevuela todo derrotismo y donde otros ven repetición de fracasos, queremos invitarlos a ver más posibilidades para superar cualquier desafío, en beneficio de nuestros educandos.

En efecto, esta crisis es ciertamente dolorosa, pero también es posibilidad para hacer emerger lo mejor de las personas, y de eso todos fuimos testigos. De hecho, durante la pandemia hemos visto generosos ejemplos de compasión, colaboración, fraternidad y solidaridad en nuestras comunidades educativas, haciendo el ajuste más complicado de los últimos tiempos a lo planificado: poner en práctica la pedagogía del cuidado y de la fragilidad. Se han abierto espacios para escucharse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. La oportunidad de construir caminos con otros hacia el desarrollo y la paz no puede prescindir de la educación y el trabajo, lugares y contextos privilegiados para el diálogo. (Cfr. Mensaje del Papa Francisco, ante la 55 Jornada Mundial de la Paz, enero 2022).

Como nos decía el Papa Francisco el 15 de octubre del 2020, “es necesario forjar un nuevo paradigma cultural, a través de un Pacto Educativo Global para y con las generaciones jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, escuelas, universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad. Un pacto que promueva la educación a la ecología integral según un modelo cultural de paz, de desarrollo y de sostenibilidad, centrada en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno”. Esta exhortación nos pone en movimiento hacia un estado programático de resignificación institucional, buscando vivir juntos un pentecostés educativo.

Ya el Papa Francisco, en la exhortación apostólica Christus Vivit, ha reconocido que, la Escuela Católica sigue siendo esencial como espacio de evangelización (222). Sin embargo, necesita una urgente autocrítica si vemos los resultados que deja la pastoral de muchas de ellas, una pastoral concentrada en la instrucción religiosa que a menudo es incapaz de provocar experiencias de fe perdurables. En realidad, una de las alegrías más grandes de un educador se produce cuando puede ver a un estudiante constituirse a sí mismo como una persona fuerte, integrada, protagonista y capaz de dar (221).

El Papa expresa que el gran anuncio que debemos dar a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes va más allá de cualquier circunstancia o método, y que nunca debería callarse, adoptando en todas las aristas del poliedro educativo, una actitud profética. Un anuncio que todos necesitamos escuchar siempre, una y otra vez:

Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. Entonces, las primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y te quiere vivo!

DIOS TE AMA. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida, de lo que nos suceda en la escuela, en la universidad, en los centros de formación profesional. En cualquier circunstancia que nos toque pasar somos infinitamente amados por el Señor: no lo dudes, sos valiosa/o para Él. ¡Aunque muchas veces nos sintamos insignificantes, le importamos… somos obra de sus manos!

CRISTO TE SALVA. “Él que amó a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn 13,1). Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de las negaciones y nos abraza siempre. La escuela camina hacia espacios cada vez más salvíficos y misericordiosos, reconociendo en la diversidad una vivencia comunitaria discípula y misionera.

¡EL VIVE! Si Él vive, eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en nuestra vida, y de que nuestros cansancios servirán para algo. Entonces podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede (124), con Él siempre nace la esperanza.

A María de Luján, Madre y Educadora, le confiamos este nuevo ciclo lectivo.

Comisión Episcopal de Educación Católica