Durante el XVIII Foro de Educación, tuvimos la oportunidad de escuchar a P. Juan Cristóbal García Huidobro, cargo, quien abordó tres grandes temas: la identidad de un colegio católico; la noción de cambio educativo e innovación; y los caminos de identidad en tiempos de innovación.

Para García Huidobro, desde el punto de vista de las Ciencias Sociales, la identidad es la concepción de lo propio en relación con uno mismo, pero también en el encuentro con otros.

Cuando hablamos de identidad solemos referirnos a lo que una persona o institución piensa de sí mismo, pero además nos referimos a aquello que nos pone en contacto con una otredad. Paul Ricoeur señala que la identidad siempre tiene algo estable y algo dinámico, como nos señalaba. Al mismo tiempo, podemos pensar en que esa identidad tiene una parte de herencia y otra de proyecto. Es lo que recibimos, pero no elegimos, y también lo que construyó en función de las decisiones que voy tomando”, subrayó.

¿Cuál es la identidad de un colegio católico hoy?

Pollefeyt y Bouwnes son dos investigadores holandeses que desarrollaron un marco teórico para que podamos hablar de la identidad de un colegio católico. Luego de analizar la situación de este tipo de instituciones en diferentes países, llegaron a la conclusión de que la identidad católica se juega en base a dos preguntas:

  • ¿Cuán explícita es la identidad católica compartida? Si muestra su identidad religiosa o se camufla en otros discursos; y…
  • ¿Cómo es la inclusión de otras “visiones del mundo”? Cada vez más tenemos en nuestros colegios familias que no son católicas, que no tienen tanta práctica, o que son agnósticas. Esto trae nuevas visiones del mundo que debemos pensar en cómo incluirlas en nuestra visión y propuesta católica.

Teniendo en cuenta estas dimensiones, los investigadores crearon una tipología de colegios:

 

Invitación a la reflexión:

¿En qué cuadrante estaría ubicado nuestro colegio? ¿De qué modo explicitamos nuestra propuesta educativa y religiosa? ¿Cómo incluimos otras visiones del mundo en nuestro proyecto institucional? ¿De qué modo articulamos nuestro discurso institucional para dar cuenta de nuestro proyecto educativo?

Cambio educativo e innovación

Haciendo un repaso histórico, el especialista afirmó que las raíces de nuestros sistemas educativos son europeas, principalmente alemanas y francesas. En estos países, la educación secundaria, por ejemplo, estaba pensada para una élite y no contemplaba el ingreso masivo de estudiantes. No obstante, a partir de los años 60, los Estados Unidos comienzan a exportar su modelo educativo, que tenía como característica la masificación de la educación secundaria y por consiguiente un gran debate por la estructura escolar y el currículum.

Según el análisis de García Huidobro, en este proceso priman dos aproximaciones: administrativa y psicoeducativa. Es por esa razón que, en ese proceso de masificación, lo que emerge es una visión más organizacional y con ésta la implementación de métricas que den cuenta de los resultados de aprendizaje en función de esos objetivos de los administradores.

La educación pasa de un foco en la cobertura eficiente a la discusión por la calidad, el currículum empieza a virar hacia un lenguaje de estándares, más vinculado al management que a la educación. Estos estándares, además, están definidos centralmente y van generando un cambio en el rol docente, quienes quedan más cercano a la figura de técnicos”, subrayó.

¿Qué consecuencias tiene esto? Principalmente, esta concepción impacta en lo que entendemos por cambio e innovación en educación. García Huidobro afirmó que el cambio educativo puede ser de dos tipos: a) Mejora, en tanto refinamiento o perfeccionamiento de lo que ya hay; y b) Innovación, una transformación, un cambio cualitativo, un salto hacia algo nuevo.

No obstante, para que estos cambios sean relevantes, deben afectar el núcleo del proceso educativo conformado por la tríada educador, estudiante y contenidos. Puede que lo modifiquen en uno de sus polos o de las relaciones entre éstos.

En los sistemas educativos, se tiende más hacia la mejora que a la innovación. Sumado a esto, cuando hablamos de innovación, ésta tiende a estar más vinculada a lo pedagógico, pero no llega a salir del aula. Lo que menos enfrentamos es la innovación curricular y cómo organizamos nuestra propuesta institucional”, destacó.

En este sentido, destacó que la pandemia ha suspendido muchos elementos de la estructura curricular regular, dando lugar no sólo a la pregunta curricular oscurecida sino también a la revalorización del rol docente. Parte de la revalorización de la docencia tiene que ver con la posibilidad de expandir sus espacios de preguntas profesionales y que no se limite a hacer lo que está definido por el sistema.

La identidad en tiempos de innovación

El desafío de la identidad es eminentemente curricular y está definido por la explicitación y la inclusión que se mencionaba anteriormente. “En la cultura actual, cada vez más cultural y secular, las innovaciones puramente pedagógicas, van a tender a generar colegios incoloros en los que la explicitación de la identidad católicas no quede tan clara”, destacó García Huidobro.

¿Es posible un curriculum católico hoy? Según Robert Davis la Iglesia fue quedando más relegada de la definición en el currículum de la escuela, la cual ha quedado en el orden de los Estados nacionales. Esto dificulta la integración, dado que la mayor parte del tiempo escolar está destinado al curriculum secular principal, al que intentamos adicionarle una propuesta pastoral y materias específicas de contenido religioso.   

Urge, entonces, recuperar el vínculo entre áreas del saber y la misión integrada de la educación católica. El desafío es, entonces, una integración curricular en las que el principio de integración sea explícito y claro, antes que implícito y fragmentado. Ambas formas de concebir el curriculum produce un tipo de socialización, es decir, un tipo de persona.

Muchos colegios se preocupan por la admisión de las familias, pero también deberían centrarse en la elección de los educadores que puedan pasar a ser actores clave para la construcción de esa identidad y que sean capaces de brindar una oferta educativa de calidad a la diversidad de familias que hoy elige la educación católica.

Hay dos maneras de producir integración curricular:

  • Basada en la persona, principalmente en la educación primaria, dado que el maestro tiene mucho tiempo con los alumnos y cumple un rol fundamental para la integración de la fe.
  • En la educación secundaria la integración curricular debe estar dada por un proyecto común, para que en la fragmentación no se pierda la coherencia.

La integración curricular en un proyecto común es desafiante, porque requiere de un consenso explícito entre los diferentes actores, que debe ser comprendido no sólo desde su ideal sino también en el nivel epistemológico y ser socializado con los nuevos educadores. Para impulsar colegios más dialógicos necesitamos tanto propuestas de mejora como de innovación. Una no es mejor que la otra.