Bajo el lema “¡Alégrate, estoy con vos!” se realizó el Encuentro de Docentes y Catequistas de las escuelas de la Vicaría Episcopal de Educación en el Seminario Metropolitano, ubicado en el barrio de Devoto.
Participaron de la jornada 48 docentes y catequistas de nuestras comunidades educativas, respondiendo al llamado a renovar la vocación que con tanto amor y compromiso llevamos adelante en nuestra arquidiócesis.
Toda vocación nace de un llamado que Dios nos hace y trasciende cualquier trabajo, oficio o profesión. Nuestra respuesta es como ese “Sí” de María, que con un corazón fiel y humilde se pone al servicio de quienes lo necesitan; en nuestro caso, los niños y jóvenes de nuestras escuelas.
Juntos recorrimos nuestras propias historias de vida profesional, identificando los signos que nos llevaron a descubrir ese llamado y responder a él. Con memoria agradecida, pasamos por el corazón a aquellas personas que nos precedieron y marcaron nuestro rumbo.
Pusimos en manos del Santísimo a nuestros alumnos, colegas y compañeros de camino, con un momento de Adoración que tocó el corazón de cada uno al recibir sus mensajes cargados de afecto, reconocimiento y agradecimiento por la tarea que desarrollamos.
Luego del almuerzo compartido y algunos momentos lúdicos que nos animaron a disfrutar de los jardines del Seminario, retomamos la reflexión acerca de la huella que queremos dejar en nuestros chicos. Podemos afirmar que nosotros también quedamos “marcados” por la huella que ellos dejan en nuestro corazón a lo largo de tantos años de profesión.
Con el acompañamiento del Padre Arturo Bas, director de Pastoral Educativa y Catequesis Escolar de la Vicaría Episcopal de Educación, su equipo y un grupo de docentes y catequistas que colaboraron en la organización, el encuentro se desarrolló en un clima de alegría, intercambio, reflexión, juegos, cantos, oración y emociones compartidas que culminó con una merienda reponedora.
Vivir de la educación es más que una forma de trabajar, es una forma de ser. Es la profesión más bonita del mundo para quienes dedicamos nuestra vida a su servicio. Parafraseando a Lope de Vega, en su poema de amor, “quien lo probó, lo sabe”.
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